martes, 22 de junio de 2010

El castigo del mar


Abro los ojos por un destello de luz que acaricia mi rostro, y siento esa sensación de calor que el desamor me hizo olvidar. Con sigilo empiezo a respirar con el miedo que el dolor vuelva a cerrar esos ojos que en desuso no recuerdan ni el color.

“Mar, olas enfadadas, yo contra las rocas, agua, quiero respirar, más agua, me vuelvo a golpear.”

La caliente y moldeable arena que esta bajo mi piel es como un masaje para mi cuerpo golpeado por el amor. Lo que un día fue un grito de guerra mezclado entre olas y vendaval, se ha convertido ahora en una suave brisa de mar.

“Me inundan las imágenes y empiezo a recordar…”

Hace tiempo, mucho tiempo atrás, decidí zarpar con él, a un mundo imaginario en el que por siempre le prometí amar.

Un fatídico día mientras le observaba navegar, se le acerco una joven paloma que con el baile de sus alas le logró hipnotizar. Le vi mirarla y desearla, y con ella él también decidió volar. Solo se que mi barco se quedó sin capitán y sin rumo empecé a viajar.

“Nubes a lo lejos, el sol empieza a menguar y el mar se enfada conmigo porque a él lo deje marchar.”

Solo recuerdo que las olas me vinieron a buscar y que bajo un manto de lluvia y viento a muerte me quisieron retar. No les costó mucho esfuerzo pues antes que la primera gota me tocara, mi cuerpo había dejado de pelear.

No hizo falta que me ahogara con el agua, pues fue el dolor de su partida el que con agonía me empezó a matar. Pero… una mano inesperada me vino a rescatar de un profundo oceano que por mi desgracia me quiso castigar. Esa mano, que todo lo puede, me protegió del bravo mar y en sus manos me meció hasta que pude despertar.